El desván de Kira
¡Hola! Este blog contiene relatos que he ido escribiendo desde hace años. Aquí puedes encontrar todo tipo de relatos: de lo más cómico a lo más trágico. ¡Disfrútalo!
domingo, 18 de septiembre de 2022
Su mundo
miércoles, 3 de febrero de 2021
Libre
Casi sin darme cuenta, ella se convirtió en el centro de mi
vida. Todavía hoy me pregunto si ella llegó a sentir lo mismo en algún momento.
La mayoría de los días yo pensaba que no, que solo se divertía, que pasaba el
tiempo conmigo y después su vida tomaría otro camino muy distinto al mío.
Venía una o dos tardes por semana a mi casa. Siempre con prisas,
llegaba casi fatigada y me pedía disculpas por no haber podido llegar antes.
Hacíamos el amor con las mismas prisas, como si temiéramos ser descubiertos
haciendo algo malo. Yo lo achacaba a la pasión, eran tantas las ansias de
tenernos que olvidábamos admirar nuestros cuerpos y disfrutarnos. Y después
siempre venía el arrepentimiento de haberlo hecho así, con diligencias, como
cuando te comes algo que te apetece muchísimo y la boca se te hace agua. De un
bocado, casi sin masticar; y luego piensas que por qué no lo saboreaste. Así
éramos nosotros: locos e ignorantes.
Pero había un instante en el que yo sí notaba que
significaba todo para ella: cuando se apoyaba sobre mi cuerpo mientras un
orgasmo la sacudía. Se apretaba contra mí como si fuera el único pilar de su
mundo. Y yo disfrutaba aquella sensación de saberla tan mía, al menos en ese
momento aquella certeza me llenaba de vida. Pero, después de aquel efímero
momento, ella se vestía, casi con la misma rapidez con la que nos habíamos
desnudado, y me decía que debía irse, que otro día vendría con más calma. Pero
ese día nunca llegó.
Estuvimos viéndonos así durante unos meses. Yo quería más,
siempre quise más, pero nunca me atreví a cortar sus alas, a hacerla sentir que
la presionaba… Me daba la impresión de que ella era libre, un pájaro que
moriría dentro de una jaula. Así que nunca le dije nada. Nunca le dije cuánto
la amaba.
Una tarde de septiembre llegó a mi casa, pero aquella vez
fue diferente. Tocó el timbre de distinta forma a la que solía hacerlo, de hecho,
me sorprendió escuchar su voz porque no creí que fuera ella. La vi subir las
escaleras relajada y se acercó a mí despacio. Algo hizo clic en mi cabeza, a
esas alturas ya deberíamos estar tirando el uno del otro hacia la cama, pero no
fue así. Me acerqué, indeciso e inseguro, a darle un beso, pero ella me giró
levemente la cara para ofrecerme su mejilla.
Y llegó el momento que yo supe desde el principio que llegaría.
Aún así, la noticia cayó sobre mí como un jarro de agua fría. Lo peor fue el
sentirme tan estúpido, el no haber entendido nada de aquello. “Ha estado bien,
pero yo necesito algo estable. He conocido a alguien…”
Sus palabras siguieron resonando en mi cabeza después de
marcharse. Nunca fue un pájaro libre que revoloteaba por mi cuarto con ansias
de volver a salir. Me había equivocado de lleno con ella y ahora ya no había
vuelta atrás.
Aquel día fue el último que volví a verla y hoy, después de
muchos años, me la he cruzado por la calle. Iba cogida de la mano de un niño de
unos seis años. Nuestras miradas se han encontrado y yo he creído ver esa
sonrisa en su rostro que solía dedicarme, casi con pena, cuando se marchaba
como un torbellino de mi casa. No nos hemos saludado, hemos sido dos extraños,
dos extraños que un día fueron todo el uno para el otro. Y con este
pensamiento, he tirado a la basura, después de muchos años, el anillo que una
mañana en un arrebato de amor incontenible le compré pensando que ella era mi agapornis.
Pero deseché aquella idea tan pronto como la vi aparecer, de aquella manera tan
loca, por mi puerta. “Es libre”, pensé y cuánto me equivoqué.
lunes, 14 de enero de 2013
Astaroth
-Buenas noches pequeña. ¿Qué haces aquí tan solita? -dice con voz seductora.
Ella levanta la cabeza asustada, está aterrorizada. Al verlo entreabre la boca, maravillada por la belleza del vampiro. Astaroth le tiende una mano ayudándola a levantarse. Ella no pronuncia palabra, tan sólo lo mira asombrada. Él se relame los labios con la punta de la lengua. Se acerca despacio a ella, a escasos milímetros de su boca.
-¿Quién eres? -logra preguntar ella con un hilo de voz.
-Soy Astaroth -responde fijando su mirada en el cuello de su víctima. Huele y clava sus colmillos sutilmente. Ella alza el mentón con la respiración agitada para facilitarle el acceso. Astaroth bebe hasta saciarse dejando que ella caiga en un eterno sueño. Relame sus colmillos y la deja caer al suelo con un delicado movimiento. Astaroth está saciado, complacido. Muestra una sonrisa triunfal y desaparece en el espeso bosque.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
Rosas rojas
Como se va todo después de un tiempo.
Como se fue el brillo de tus ojos,
Como se irá el aroma del viento.
Ya nunca más te besará,
Ni acariciará en silencio tu pelo,
Ni mirará con anhelo tu cuerpo.
Pero tú no mires atrás.
La felicidad sí volverá,
En tu pecho brotarán rosas rojas
Y otros brazos te cuidarán.
Muere, pequeña
Dulce amargura… triste dulzura…
Sangre de tu oscura soledad
Que me ata y encadena a la locura.
Dime, mujer melancólica,
Por qué es tan grato tu silencio
Si a la vez tiemblo y muero
Al oír tu risa diabólica.
Dame tu mano, por favor,
Ven conmigo a este rincón
Porque me estoy muriendo
Porque te veo y muero.
Y ahora baila,
Baila conmigo al compás
Al compás que entona la muerte,
De la que no escaparás.
Vamos, damisela,
Dame tu mano y danza.
Muere mirándome a la cara.
No aguanto más la espera.
Deja de reír y muere,
Deja de llorar y sufre.
Vete, deja de herirme.
Calla, no entones palabras…
Tu sangre y tus lágrimas saladas,
Mi corazón y mis manos frías.
Yo ya no sufro, yo bailo.
Tú bailas y agonizas.
Miro tu muerte con frialdad,
Ya nunca más me herirás.
Sangre cálida y vital,
Cae por mis manos y se va tu dignidad.
El último beso,
Aquél que moje mis labios,
La última sonrisa,
Aquella que evoque mi llanto…
domingo, 7 de octubre de 2012
Historia de una vida
El psicólogo
Yo no pretendía venir pero mi familia se ha ido alejando de mí debido a mi problema...
Todo empezó con mi afición a las películas de psicópatas. Pero la afición se convirtió en obsesión y mi vida ha llegado a ser un infierno. Veo psicópatas donde no los hay.
Me encerré en casa con miedo de salir a la calle. Mi familia intentó convencerme de que aquello era una tontería, pero yo me cerré en banda y no quise escuchar a nadie. Así que se fueron alejando de mí y yo me quedé sola con mis miedos.
Hoy he decidido que no puedo seguir así y he llamado a mi hermana para decirle que iba a buscar ayuda profesional.
Y aquí estoy esperando.
-Señorita Amanda Salazar. -Me llaman y me pongo en pie pensando en lo poco que me gustan mi nombre y mi apellido juntos. Por separado sí, pero juntos tiene muy poca armonía. Es lo que he pensado toda la vida, pero bueno, como habréis podido comprobar, soy de manías.
Entro en la consulta decidida a dejar allí todos mis temores.
-Buenas tardes, señorita -me dice, muy amable, el psicólogo. -Túmbese en el diván, por favor. Cuénteme.
Le obedezco y comienzo:
-Bueno... verá... Mi problema es... -titubeos y más titubeos. Debo hablar ya, sin rodeos. -Hace unos meses empecé a ver películas en las que aparecían psicópatas y poco a poco se ha ido convirtiendo en una obsesión...
Se lo cuento todo, incluso aquella vez que ataqué a un policía porque pensaba que me iba a acribillar a balazos con la reglamentaria.
-Amanda... ¿Es así como se llama?
-Sí, así es.
-Bueno, mire, no le negaré que existen los psicópatas, pero... ¿No sería raro que se le cruzara uno precisamente a usted en su camino? Sin embargo... -su voz ha cambiado, no logro identificar muy bien el tono, pero, sin duda, no es el tono amable de antes. -A alguien deben cruzárseles. Es como una lotería. Ya me entiende, improbable pero posible.
-Oiga, ¿usted quiere ayudarme o asustarme más? -Me incorporo del diván para recriminárselo. Entonces me doy cuenta de que lleva un revólver en la mano y que me está apuntando con él.
Trago saliva, confundida.
-¿Qué... qué está haciendo?
-Como le estaba explicando -ahora identifico su tono de voz: es ironía mezclada con sarcasmo, -es raro que te mate un psicópata y luego juegue con tu cuerpo, pero ocurre y a ti te va a ocurrir. ¿No es curioso?
No puedo articular palabra. Mi fobia va a dejar de ser mera fobia para convertirse en realidad. Tengo delante a un loco con un revólver que va a matarme y quizás después me descuartice.
¿En qué piensas? Bueno, no tengo tiempo para psicoanalizarte. Voy a matarte ya.
Entonces amartilla el arma. Dispara y la bala impacta en medio de mi frente,.
Sobra decir que estoy muerta.